26 centavos

Por: Fabian Osorio Mosquera


La semana pasada fui a recoger una impresión por encargo de una pareja de amigos que estaban cortos de tiempo. Me atendió Erick, un centroamericano amable, conversador y paciente. Cuando me entregó el trabajo me pasó también la factura: $32.74 dólares. Le pedí un par de minutos para hacerle la transferencia vía Zelle (que viene siendo como el Nequi gringo) y listo: “Transferencia Exitosa”. Le enseñé la pantalla de mi celular a Erick mientras sonaba el suyo notificando la misma transacción a su favor. Seguramente porque en Colombia no manejamos los centavos no tengo la costumbre de tenerlos en cuenta sino que siempre aproximo hacia arriba. Así me ahorro cálculos, contar monedas y tiempo. Erick pone cara de asombro mientras me dice: “Me pasaste $33 USD”. Yo ya le iba a responder que sí, que eso era lo mismo, pero él fue más rápido y continuo: “¿Te doy el cambio en efectivo?”. Le dije que por supuesto que no, que eso no era nada. Erick me miró extrañado y empezó a contar que en su casa, donde vive con su esposa e hijos, tienen la costumbre de echar a un pote una moneda de 25 centavos de dólar cada vez que usan la lavadora, y que hace poco la lavadora falló. Cuando la revisaron se dieron cuenta que el arreglo era demasiado costoso para valer la pena. Abrieron el pote, contaron las monedas y les tocó poner solo $20 USD para comprar una lavadora totalmente nueva. Nadie sintió la compra, nadie se quejó del daño, a nadie le tocó sacar una suma importante de su bolsillo y a nadie se le descompletó el mes por ese hecho. 

Ese es el poder de lo aparentemente insignificante, de lo poco pero continuo, de la constancia y de lo invisible. Así funciona todo en la vida: Por acumulación. En un principio el progreso es tan imperceptible, que es la etapa donde la mayoría de las personas abandonan lo que están haciendo pues se les hace inutil – se le conoce en el estudio de hábitos como MESETA DEL POTENCIAL LATENTE – es decir, hay posibilidades de que pase algo pero realmente ‘no ha pasado nada’ y por lo tanto en ese punto la mayoría dice “chao, esto no tiene sentido”. 

Solo aquellas personas que continúan a pesar de no ver ningún resultado son las que al final disfrutan de él, son las que no abandonan el camino, son las que no dependen de su motivación para hacer las cosas, son las que una vez tienen claro el camino no piensan sobre las razones de seguir o no seguir, son las que simplemente hacen un poco cada día, son las que no se distraen, son las que están convencidas de que eso es lo que tienen y quieren hacer, son las que son conscientes de que todo suma. 

La historia de Erick me hizo recordar la metáfora de Jacob Riis, periodista y líder social danés-estadounidense: “Cuando nada parece ir bien, visito al cantero. Este hombre golpea la roca con su cincel y su martillo quizá hasta un centenar de veces sin hacerle siquiera una grieta. Sin embargo, al dar el siguiente golpe, la roca se parte en dos. Sé que ese no fue el golpe que rompió la roca, fue la suma de todos los golpes que dio anteriormente”. 

A veces, las lecciones financieras más importantes no vienen de un libro de economía, sino del trabajador de una imprenta. El buen Erick, con la simpleza de su pote de monedas, me recordó que la vida no se construye con grandes golpes de suerte ni con una gran acción contundente, sino con la disciplina silenciosa de valorar lo pequeño.

La sabiduría no siempre grita, a veces apenas suena, como una moneda de 25 centavos cayendo en un frasco de vidrio. 

Sigue dándole, lector. Te aseguro que estás avanzando. 

* * * 

Dato curioso: Si lees 5 páginas de un libro al día, al cabo de un año habrás leído 1.825 páginas, es decir, unos 6 libros. En otras palabras: Leyendo 5 páginas al día, ya leerás más que el 75% de los colombianos y que el 65% de habitantes del mundo.

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