Mensajes no enviados

Por: Fabián Osorio Mosquera 

Avanzaba Filípides con todas las fuerzas que podía. Corría cuando más y caminaba cuando menos; 42 kilómetros separaban la playa de Maratón (desde donde salió) de Atenas, la ciudad a la que debía llevar el mensaje. No era solo un dato o una noticia medio importante que se pudiera ir propagando con el tiempo, dándose a conocer cuando fuera que llegara el momento y sin ningún afán; no, era un mensaje importante que debía ser entregado y que no hacerlo generaría una implicaciones devastadoras en el futuro de su pueblo. Ni Filipides ni nadie imaginaba en ese momento el impacto final de dicho mensaje en el desarrollo del mundo occidental, en ese momento se sabía -simplemente- que la otra parte debía estar informada. 

Filípides llegó a Atenas, agotado, no solo por el camino recorrido sino porque antes de ello había participado en la batalla contra los persas donde habían salido, contra todo pronóstico, victoriosos. Ese era el mensaje que debía comunicar. Debía informar a su pueblo sobre esa victoría inesperada para que ellos resistieran, para que cambiaran el temor por el valor, para que hicieran frente a las embarcaciones persas que se acercaban a la ciudad y se mostrarán fuertes y dispuestos. Filípides irrumpió en el ágora ante los magistrados que esperaban la noticia de la derrota (tal como la había sufrido el pueblo de Eretria) y con el último aliento que le quedaba en los pulmones gritó “¡Hemos vencido!” y murió. El mensaje lo cambió todo. El pueblo de Atenas, que se encontraba angustiado, desesperado y preparado para rendirse, se llenó de euforia y fortaleza y decidieron resistir y posicionarse para defender sus murallas. Los persas, que no contaban con este escenario, decidieron retirarse y dar marcha hacía Asia. 

La victoría de Maratón no es un episodio más en la historia de la humanidad, es la piedra angular de la civilización occidental; no es una exageración decir que el mundo, tal cual como lo conocemos ahora, con sus democracias, sus filosofías y sus deportes, no existiría sin esa victoría, no existiría si el mensaje de Filipides no se hubiera entregado. 

Pasó lo mismo pero al revés con la carta que Fray Lorenzo debía entregar a Romeo para explicarle el plan de Julieta y su misión de rescatarla de la cripta en Verona, pero que no pudo hacerlo porque fue detenido por la cuarentena de la peste; y que por lo tanto -al no recibirla pasó lo que ya todos sabemos que pasó con ese par. La carta no entregada no contenía solo tinta, contenía la posibilidad de un futuro por fin juntos de los dos enamorados. 

Hay mensajes que deben ser enviados, cosas que deben ser dichas y conversaciones incómodas que deben ser sostenidas. No hacerlo generaría, como en el caso de estas historias, un futuro totalmente distinto para cada implicado, y si bien no sabemos cómo hubiera sido ese futuro que no sucedió, si hubiera sido mejor o peor, de pronto si sabemos que el futuro que queremos -con seguridad- no se va a dar si el mensaje que queremos enviar nunca es enviado.

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