El ser humano, gregario por naturaleza, es también el menos original de los seres vivos.  La imitación es una condición natural y a través de ella logramos los primeros pasos, las nacientes palabras y las cotidianas acciones. 

Influenciados por el medio en que se desenvuelve nuestra existencia vamos tomando lo que los demás nos exhiben, nos lanzan y nos seducen. 

Un círculo virtuoso en pocos casos y una invasión de ideas y comportamientos baladíes nos van marcando el camino. La rutina y las costumbres van haciendo de cada uno de nosotros un simple elemento replicante.  

Comencemos por la moda que impone a su manera la forma de presentación personal prácticamente uniforme, y sin cuestionamiento alguno, entramos en ella así esté recargada de estupidez (ropa rota y desflecada como alegoría a la miseria), sin cuestionamiento intrínseco. 

El tiempo como dictador nos dibuja los días y los meses, año tras año con las mismas celebraciones. Solo cambian las tendencias que impone el mercado. 

 Diciembre es navidad; por lo tanto, mes de luces, de velitas, de novenas y villancicos.  También es época de regalos, de compromisos sociales, de carreras, de angustias económicas, de afanes y obviamente como objetivo primordial de recogimiento familiar, casi de último.  Así se construye en occidente la rueda giratoria, donde tristemente lo del reencuentro familiar es más que una bonita ocasión, una sutil falacia mercantilista. Todo porque con  lo que se nos presenta en forma de cosas para dar y recibir, está carente del verdadero sentido espiritual de la natividad.  

Ofrecer amor, comprensión, tolerancia y un sincero compartir con nuestros semejantes, están ausentes del inventario de obsequios,  por intangibles, por invisibles…y son en síntesis los mejores regalos para dar y recibir en todo momento y ojalá en abundancia… ¡para estos, no necesitamos dinero!

Que sea NAVIDAD en PAZ y ARMONÍA. 

Bienvenido el 2026 para vivirlo intensamente. 

¡POR LA FAMILIA, POR LA PATRIA, POR EL MUNDO!