Por: Mónica Isabel Londoño Marín – CEO Eficaz Mente Asesorías
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión y la ansiedad cuestan a la economía global más de 1 billón de dólares al año en pérdida de productividad. En términos empresariales, esto se traduce en ausentismo, presenteísmo (estar físicamente presente pero mentalmente ausente), rotación de personal, errores costosos, reprocesos, accidentes de trabajo y clima laboral tóxico.
Durante mucho tiempo se creyó que la salud mental no era importante o que al psicólogo sólo acudían unos pocos; Sin embargo, hoy sabemos que el bienestar psicológico impacta de manera directa la vida personal, familiar y en entornos laborales la productividad, la creatividad, el clima laboral y las finanzas. Un trabajador mentalmente agotado o afectado no sólo rinde menos: también toma más decisiones arriesgadas, se ausenta con mayor frecuencia y puede contagiar su malestar al resto del equipo.
Imaginemos un software sin mantenimiento: tarde o temprano colapsa, no porque sea “malo”, sino porque necesita actualizaciones. Exactamente lo mismo ocurre con nuestros cerebros; requieren descanso, acompañamiento y espacios de recuperación. Las empresas que lo comprenden, lejos de perder tiempo, ganan años de ventaja.
El costo del silencio
quemados, equipos desmotivados. Personas que llegan a sus casas exhaustas, que duermen mal, que pierden la alegría en su trabajo; y eventualmente, en sus vidas.
¿Y quién paga el precio? Todos. La empresa, por supuesto. Pero también la sociedad, las familias, y el sistema de salud.
Beneficios tangibles de una buena gestión interna
Cuando una organización decide invertir en salud mental, los beneficios se notan en todas sus áreas:
– Mayor productividad: la energía se enfoca en las tareas, no en sobrevivir al día.
– Menos rotación: un entorno de cuidado retiene talento.
–Cultura positiva: crece la colaboración, disminuye la tensión y el estrés.
–Innovación: en tiempos de I.A (Inteligencia Artificial) las empresas necesita mentes frescas que generen ideas de alto impacto que aporten valor a la compañía.
¿Y cómo se puede lograr?
No se trata de convertir la oficina en un consultorio psicológico, ni de colgar pósters con frases motivacionales por toda la empresa.
Es importante respetar y cumplir con las normas en materia de gestión de riesgo psicosocial (Resolución 2064 de 2022 y concordantes). En donde se dictan políticas claras para la medición y gestión eficiente de este factor de riesgo; esto incluye normalización de pausas pasivas, derecho a la desconexión, remuneración acorde al cargo y tareas desempeñadas, claridad del rol, capacitación a líderes en inteligencia emocional, porque gestionar personas es también gestionar emociones.
Los recursos disponibles que la empresa debe asegurar deben estar orientados a brindar capacitaciones, programas de asistencia psicológica o convenios con profesionales externos que puedan ofrecer una atención oportuna, eficiente e imparcial.
Promover la cultura del cuidado, donde pedir ayuda no sea visto como debilidad, sino como responsabilidad. No se necesita un presupuesto millonario ni una revolución extraordinaria. Se necesita voluntad.
En resumen, la salud mental dejó de ser un “extra de consideración” para convertirse en un factor esencial de sostenibilidad empresarial; porque las empresas no son edificios, ni logotipos, ni balances financieros, son personas. Y cuando esas personas cuentan con un entorno que cuida de su mente tanto como de sus habilidades, los resultados no tardan en crecer.
La salud mental en el trabajo no es un gasto. Es una inversión con retorno medible: en productividad, en lealtad, en reputación, en resultados. Y lo más importante: es un acto de humanidad; porque detrás de cada empleado, hay una persona, con sueños, miedos, familia, cansancio… y derecho a no tener que elegir entre su salud mental y su empleo.