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LA PIEDRA DEL OPINADERO

La zona oriental de Santa Rosa era pródiga en arroyos, humedales y lagunas. Un atractivo espejo de agua le ofrecía a las parejas de enamorados el deleite de surcar en canoas, cual góndolas parroquiales, sus plácidas aguas, mientras el murmullo de trinos y quebradas ambientaban la bucólica imagen. Pero a la luz de nuevas realidades, la necesidad de expansión urbana terminó por modificar radicalmente el paisaje de entonces: se drenaron las fuentes hídricas, se canalizaron manantiales y cuadrillas de obreros nivelaron  el terreno y encamellonaron calles. En el presupuesto del municipio figuró en la década del 20 del siglo pasado un rublo destinado a “secar las lagunas de la parte oriental de la ciudad” por considerarlas nocivas para la salud y una barrera contra el progreso. No obstante, la lucha contra la naturaleza no fue fácil y la construcción del hospital de San Vicente puso a prueba la tenacidad de la clase dirigente de entonces pues la hondonada  profunda y cenagosa donde se erigió la obra de beneficencia demandó ingentes esfuerzos y significativos recursos provenientes de la renta de Registro, agotando también la paciencia de los santarrosanos que veían como transcurrían los años, sin que se lograran culminar los trabajos. Al respecto, Don Enrique Valencia R. historiador, educador y destacado líder cívico de la ciudad, autor de la trascendental obra “Historia de Santa Rosa de Cabal”, nos comentaba en forma festiva que los ciudadanos, reunidos unas veces en animado cotilleo en torno a una piedra contigua a  la incipiente construcción  y otras subidos en la misma,  cuestionaban y   aconsejaban con aire pontifical la estrategia para agilizar y llevar a feliz término  la cívica, pero dispendiosa empresa. Con humor refería nuestro insigne profesor, que desde entonces el pétreo montículo se conoció en la ciudad como “La Piedra del Opinadero”.

El Presbítero Diego María Gómez, en su obra Apuntes para la historia de Santa Rosa de C, narra que el hospital se inauguró por fin, el 8 de enero de 1922 y estaba situado en la segunda manzana al oriente de la plaza de Colón: “ tiene dos   departamentos independientes, uno para hombres y otro para mujeres; posee capacidad suficiente para 150 enfermos. Capilla muy cómoda y elegante, mesa de cirugía botica y mobiliario, patios y jardines regados por un abundante arroyo. Los asisten cuatro hermanas Vicentinas.” 

Hoy, cien años después, ni el hospital, ni  la piedra están; pero el espíritu especulativo y dicharachero de ayer volvió a renacer con opiniones pintorescas y hasta disparatadas al exhumarse los vestigios ya canalizados del manantial que serpenteaba entre los jardines del Centro de Beneficencia propiciadas por informaciones imprecisas alusivas al “hallazgo arqueológico de un acueducto con más de 200 años de antigüedad”; la versión generó desbordadas expectativas , aunque es justo decirlo,  no emanaba de las profesionales encargadas de valorar el presunto descubrimiento. Para aterrizar sus alcances es bueno decir que la obra se erigió en el siglo pasado en un año por precisar para encausar la referida quebrada que en medio de lagunas y humedales fluía por la parte oriental de la ciudad cuya zona de influencia llegaba hasta el antiguo hospital. La estructura se identifica con el arco de medio punto, en las entradas tiene forma de un semi círculo abovedado y su diseño fue empleado desde tiempos antiquísimos  debido la forma como soporta grandes pesos distribuyendo las cargas en forma uniforme; en las primeras épocas del siglo XX se empleó, no sólo en Santa Rosa, sino en otros lugares vecinos como ocurrió en Pereira para canalizar la quebrada de Egoyá.  Su valor estriba en recordarnos por asociación, aparte de su técnica constructiva, un momento histórico en nuestra ciudad cuando la ampliación urbana generó la necesidad de secar lagunas y humedales y sepultar arroyos, después de aprisionarlos en miriñaques de adobe.

A manera de colofón, es aconsejable para evitar confusiones, que los informes a los medios y a la opinión pública sean emitidos por los profesionales encargados de realizar los estudios pertinentes y propiciar además una estrecha comunicación entre éstos, las entidades responsables de la obra y los comerciantes del sector para que las decisiones se tomen oportunamente minimizando las restricciones que  tienen hoy los propietarios de los establecimientos de comercio, quienes  en medio de las adversidades de los últimos años, siguen con admirable fortaleza moral dinamizando procesos económicos y haciendo Patria.  

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