Opinión

Honor y Honra

La vejez es un diploma

Por: Lida Maria Galeano

Cuando llega el ocaso, las blancas nieves lo acompañan, el caminar lerdo, la fatiga invade, la atención enajena y una vorágine de sentimientos, de recuerdos en la mente, divagan en el tiempo y el espacio. Es como si el pasado fuera más nítido que el instante actual. Unas cuantas lágrimas, uno que otro achaque, la evocación de tantos episodios y la seguridad de haberse vuelto sabio por la experiencia. Se ha vivido para contarlo. Nada fue en vano. Hay regocijo en el corazón. Un amor sincero por la familia y por los amigos que permanecieron fieles hasta el último momento.  

Cuando se ha cumplido con el enorme compromiso de criar a los hijos; se han hecho responsables de sus propias vidas sabiéndose independientes; es cuando se obtiene el primer galardón. Es el premio inmaterial del buen haber. También es verlos partir del nido y volverse a quedar solo. Con todo el tiempo disponible. Vuelve la espiritualidad. Ponerse en paz consigo mismo, con los demás, con Dios. Es el tiempo de socializar con los amigos, hacer ejercicio, pasear, leer, estudiar y disfrutar la vida que queda.  

Honor y honra a todos los adultos mayores que en su trasegar rompieron paradigmas, superaron con valentía cada obstáculo, criaron un número importante de hijos y les quedó energía para guerrear con los nietos y bisnietos. A todos los que superaron enfermedades, librando la buena batalla por su propia vida. A esos que se quitaron el pan de la boca para dárselo a sus hijos en los momentos de escasez. Honor a aquellos que aún sin estudio suficiente, han sido psicólogos para maniobrar y entender el carácter de los hijos, haciendo de ellos personas rectas, disciplinadas y con valores bien arraigados. Médicos para cuidarlos cuando estaban enfermos, con todo tipo de remedios caseros, aún los más insólitos como zapaticos de periódico para la tos o huevitos acabados de poner para los orzuelos, y más… pero sobre todo con mucho amor. Maestros que enseñaron a sus hijos en sus tareas sin contar con el señor Google, fueron investigadores, poetas, músicos, matemáticos y comediantes para hacerse entender. Abuelos que labraron la tierra en su juventud, transmitiendo sus conocimientos a las nuevas generaciones, haciéndolas conscientes del manejo de las semillas y el cuidado del medioambiente.

Honor y honra a lo que aún en esta etapa, siguen construyendo patria. Tejiendo sociedad, con sus actos, con sus consejos, con su trabajo, haciéndose visibles con sus ideas, con sus aportes.

A las familias que cuentan todavía con sus padres y abuelos, recordarles que ellos ya tuvieron su época dorada, que ahora en su declive, necesitan paciencia, atención y comprensión. Son los mismos en un cuerpo cansado, merecedores de amor. Todos vamos hacia esa esfera, subiendo tan rápido los escalones de la vida, que cuando coronamos la cúspide llegamos cansados y añejos.

“El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad”.

Gabriel García Márquez.

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