Cultura

Diván Lírico

Martín Salgado Arcila

El encuentro con las letras como una herencia reciente recibida en la dinámica de un hogar donde los libros, la literatura y la palabra delinean transversalmente la actividad profesional de sus miembros. La inspiración fluye con el discurrir incesante de los días que cotidianamente marcan el destino de los seres que llevan en su corazón poemas dibujados para expresar sentimientos o para hacerlos canción.

EL FARO comparte el talento innato de este joven santarrosano estudiante de derecho con     el convencimiento que tanto su profesión como su capacidad creadora irán construyendo un libro de inspiración, metáforas y rítmicas anécdotas.    

ALMA

A ti, Papá

Destello de vida, de ti emana cada fragmento de mi ser

luz perpetua, para ti es mi andar,

tañido de calma, mi voz te presto,

sabiduría infinita, en mis venas te siento,

por ti arde mi pluma, en cada letra te llevo.

¡Disparate divino!

hacerte lucero vital, permitirme tu pálpito,

concederme este amor, vencedor de Dios.

Amarilla                                

Hay algo en el aire, un detalle infinito

Y quiero que dure para siempre

-Cerati

Te he visto, juro que te he visto,

he detallado las pesquisas de tu andar,

me he sabido inundado en ese caminar desentendido de sus huellas,

desprendido de su impronta, del surco que a su paso permite.

He estado allí, adepto al blindaje de tus ojos,

protector de un vista aguda y precisa, de una mirada impar,

que zarpa en sí misma como quien no se halla o se encuentra.

Convergiendo en tus labios conocí la dulzura de la hiel,

torné en fiel seguidor del aroma agridulce,

producto certero de la sensatez de tu bondad.

Imprevista has desnudado mi conciencia,

te has hecho flujo en mi estanca,

comprendiendo el sinsentido que avasalla mi existir.

Palpo amor en cada molécula,

en el eventual sinsabor de tu mirada,

tu andar, tus ojos y tu hablar.

Aprendí a amar muertes y nacimientos,

los propios, los tuyos y los nuestros,

sigo aprendiendo a aprenderme como sigo y seguiré amando,

lo haré siempre

y siempre es hoy.

Desencuentro

“Morí sin morir y me abracé al dolor

Y lo dejé todo, por esta soledad”.

LUIS ALBERTO SPINNETA

Coincidió en ti mi alma dispersa,                                                            

carente de norte

ávida de todo y consciente de nada.

Coincidió en ti,

Indómito ser de férreo mirar,

tono inflexible y caminar lascivo.

Coincidió,

en tus ángulos y entrañas,

vencedores de mi ego y mi razón.

Coincidimos esencia y tacto,

concebimos este andar,

fisura eterna al palpitar.

Atados a cadenas etéreas

coincidimos hoy,

en búsqueda

del desencuentro.

Silencio         

Ausencia de son,

no ha alumbrado la existencia acorde certero,

que iguale la armonía de tu canción.

Afortunado quien se permite aprenderte,

pues ostenta un redoble más caótico,

que el más contundente verso

Víctima de la necedad humana,

perdona la incesante zozobra

que avasalla nuestro hablar,

y nubla como derrota tu precisión.

Sinsentido

A la soledad

Se hallan tus falaces ropajes

camuflando el desconcierto en harapos de bonanza.

Vigilan con ansia razones abatidas por el deseo,

conciencias fatigadas de bondad,

o un yermo corazón que precipite su alma

al insondable mar de la ausencia,

la superflua inexistencia

y la eterna imprecisión de la nada,

no menos caótica,

que la irremediable presencia ajena.

Ya ni sé.

Detesto lo inevitable,

la eterna merced del reloj,

merced sedienta de desaire,

merced buscadora de espesura,

merced que ante la ausencia

manifiesta con dureza su inminente presencia.

Esta noche el tiempo me ostenta,

esta noche pisas mi conciencia con tu voz amenazante,

esta noche eres merced en mi buzo rojo y mis cortinas azules,

haces de mis tablas tu hogar.

Retumbas en los timbales de mi padre,

te atas desatando la venda de mi tobillo,

cada minuto, cada hora, cada segundo,  

evitando que la embarcación del sueño me permita tu ausencia,

para curarme de mi

de cruzar lo cruzado, de perder lo perdido

Hoy el desencuentro cae y acierta,

hallándote me salvo de mí,

en tu impresencia me pierdo.

Resuenan tus pisadas

O mi suelo amaderado Ya ni sé.

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