Opinión

UN ESPEJO AL QUE MIRAR

Por: Alberto Zuluaga Trujillo

 Derrotado el intento de reforma de la Constitución chilena, impuesta en 1980 bajo la dictadura de Pinochet, parcialmente reformada en 2005 en el gobierno de Ricardo Lagos, los más de 13 millones de votantes le dijeron a Gabriel Boric, instalado por la izquierda en la Casa de la Moneda con la votación más alta en toda su historia, superando a Eduardo Frei en 1993 por 500 mil sufragios, que su afán de darle a Chile una nueva carta política, radical y no consensuada, colmaba de incertidumbre y desconfianza el querer del pueblo austral. Su estruendosa derrota al deseo de cambio expresado en el estallido social de 2019 y luego, en las urnas, en la que los votantes en un 80% autorizaron comenzar la redacción de la nueva Constitución, es un hecho político de trascendental importancia en el contexto actual que vivimos los colombianos. Elegido Gustavo Petro como el primer presidente de la izquierda con la votación más alta registrada entre nosotros, constituyéndose en el abanderado de un cambio, igualmente expresado en las violentas manifestaciones que con ocasión del Paro Nacional se iniciaron el 28 de abril de 2021, auspiciado e incitado por el Pacto Histórico, partido del cual es su jefe natural, tiene con lo sucedido en Chile a su admirado amigo el presidente Boric, el más fiel espejo de lo que bien pudiera sucederle en caso de transitar idéntico camino. Contados 54 días desde que llegó a la Casa de Nariño, esta es la hora en que el país no atina a entender con clara lógica hacia dónde nos dirigimos. Las numerosas embarradas de todos sus ministros en la que más parece una apuesta a ver cuál la hace más grande, da una idea clara de la improvisación mayúscula de un gobierno cuyo norte muestra bastante embolatado. Si la barrida de 72 generales entre las Fuerzas Armadas y de Policía indicaban una estrategia para depurarlas, el posible retiro como se ha filtrado de la mitad de los coroneles, cuyo número es cercano a 90 efectivos y quienes son realmente los que manejan los batallones, podría pensarse entonces que lo que realmente se busca son unas Fuerzas Armadas y de Policía dóciles, que agradezcan sumisas al comandante supremo que lo es el presidente, los ascensos que en cantidades se darán para suplir sus vacancias. Al mirar el mapa de nuestra América Latina y del Caribe, varios son los presidentes que no hace mucho el pueblo vitoreaba en las calles y a quienes sin precedentes ungieron con altísimas votaciones. Verlos ahora despojados de esos endiosamientos a los que llegaron, al asumir la redención de sus pueblos, no les queda más que aceptar con humildad la verdad incuestionable de que no son los poseedores de la verdad revelada. En nuestro caso, el país está dividido en dos mitades, muy distintas la una de la otra. No solo se requiere tejer consensos mínimos entre todos los partidos y sectores del país, para el logro de los objetivos de mejorar las condiciones de vida de las personas, sino también poner cuidado en la aplicación de los rigurosos mecanismos de procedimiento legislativo, no imponiendo mayorías y desconociendo la oposición, a fin de no ser declarados inconstitucionales por la Corte. La avalancha de proyectos de iniciativa parlamentaria presentados dentro del afán de protagonismo y competencia al interior de las bancadas, requiere igualmente de diálogos razonados en aras de acumular iniciativas sobre los mismos temas. Pretender desacelerar la economía que es precisamente el motor que impulsa el desarrollo del país, e insistir obcecadamente en la suspensión ya, de la exploración de petróleo y gas sin alternativas reales y ciertas de sustitución de las grandes divisas que por el concepto de hidrocarburos entran a nuestro presupuesto, es una irresponsabilidad que alguien cuerdo no puede poner en peligro, sin entender y considerar que es un propósito que mancomunadamente debemos realizar con todos los países del mundo. Como ya lo hemos dicho en anteriores escritos, nuestra contaminación al planeta es tan mayúscula, que, de nada, absolutamente de nada serviría nuestro absurdo sacrificio. Exponerse el gobierno a ser burlado en su “perentoria” orden de desocupar las fincas en un plazo que no se cumplió por parte de los invasores, es allanar el camino a la prohijación del violento camino de defenderse cada quien como pueda, pues nadie, ni tonto que lo fuera, va dejar que otro se apodere de lo suyo. 

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